Juan de mi tierra

…Finalmente, el abuelo rompió el silencio y dijo sin dirigirse a alguien en específico: “¡Qué tristeza llegar a la etapa de la inutilidad, querer hacer lo que siempre se ha hecho en una forma natural y verse vencido por el tiempo que no excluye a nadie! Apenas ayer corría por los campos como un potro salvaje y ahora doy lástima como el condenado a muerte en sus últimas horas. ¿Qué será de los palos? ¿Quién los cuidará? ¿Qué será de las flores? ¿Quién las cortará y disfrutará de su aroma? Mi Dios…, Dios mío, Cuánta tristeza y desolación en medio de la vida. Pensar en la Lina…, pensar que la pierdo…, pensar que la he tenido por mucho tiempo…, no puedo asimilarlo…, no puedo concebir mi derrota. Mis enemigos, aquellos que vencí en los campos de batalla…, aquellos que vencí en los debates públicos, se burlarán de mí ahora que estoy languideciendo. Pero a la Lina…, ¿Quién la cuidará?... y pensar que la he cuidado tanto. Ya veo mi morada en el sitio acordado, alguien me espera y me ha esperado desde siempre, por fin estaremos juntos…, por fin…, por fin. Por el momento, me falta que poner en regla algo importante: el terreno ¿Dónde está Juan? Él sabe de mis sueños, él sabe que no quiero que lo vendan, que siempre sea nuestro. Él también sabe de mi lugar secreto, él sabe que alguien me espera. Mis libros Juan…, los de mi amigo…, cuídalos, son mis tesoros y te los confío a ti. Sé que los cuidarás porque amas los libros…, amas la literatura. ¿Pero, dónde estás? Quería decirte que no abandones la escuela; que cuando te sientas a punto del fracaso te acuerdes de nuestras pláticas para que tus fuerzas se renueven y ataques a fondo. Me hubiera gustado decirte…, ya no me acuerdo si te lo dije, que el fracaso no existe en la mente del que quiere hacer algo sin importar cuán grande o cuán pequeño sea. En tu caminar por la vida nunca te olvides del cantón…, de nosotros…, de tu gente. Adiós…, adiós Juan de mi Tierra, mi nieto de mi corazón, y que mi bendición te acompañe siempre…”