«Y ahora, yo te digo: “Tú eres
Pedro, o sea piedra, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia y las
fuerzas del infierno no la podrán vencer”.
Yo te daré las llaves del reino
de los cielos: “todo lo que ates
en la tierra será atado en el cielo, y
lo que desates en la tierra será desatado
en los cielos”», (Mateo 16, 18-19).
Después de muchos siglos, la Iglesia aún sigue pregonando el evangelio que es Cristo, la lucha por la verdad y la justicia, es parte también del que se sabe que conoce a Dios. Cristo confió su Iglesia al apóstol Pedro, en la actualidad la Iglesia presume de conservar ese depósito de fe, en los sucesores de los apóstoles, hoy en día dicen los obispos ser los sucesores de los apóstoles y el papa actúa como la cabeza, al igual como lo fue Pedro.
¿Por qué los sucesores de los apóstoles han guardado silencio, ante la injusticia? ¿Por qué han protegido a sacerdotes pederastas? ¿Realmente estamos hablando del mismo Cristo? ¿Es posible que nos guíen a Dios, criminales y hombres sedientos de poder?
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De las primeras memorias que tengo de mi vida, es la parroquia, un lugar que significó en su momento todo para mi. Mis primeros amigos ayudaban en el altar, al igual que yo, todos éramos felices, nos divertíamos y nos sentíamos cerca de Dios.
En el momento menos pensado, tuve que redefinirme, todo mi mundo se destruía y el de mis amigos también.
La primera persona que me presentó a la Iglesia, fue mi madre, me dijo que era necesario acercarme los domingos a misa y respetar al padre. Es inevitable no asociar el dolor, con lo que mi madre me decía, porque yo creía que ella lo sabía todo y no era verdad.
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El corazón le empezó a latir fuertemente, estaba muy asustado, nunca lo había oído
hablar así, sin hacer ruido logró salir e inmediatamente se fue a su casa y se encerró en
su recamara.
Faltaba todavía tiempo para que llegara Gustavo, miraba el reloj nervioso, su imaginación lo llevaba a pensar que en cualquier momento podía presentarse Edgar para matarlo, por haber sido testigo. Estaba seguro que se trataba de Vanesa, la novia de él, pues siempre se estaban peleando, ella ya había intentado terminar la relación, pero él se negaba, se enteró de eso cuando escuchaba las conversaciones que tenía con su papá...
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De repente y de la nada todo se fue, quedó un gran silencio y una sensación
extraña invadió a cada uno, ningún ruido se escuchaba ya en el bosque, ni tan siquiera las
ranas y los grillos que no hacía muchos minutos se escuchaban fuertemente. No existía
ninguna explicación lógica a esto. En silencio todos regresaron al campamento y aunque
prepararon casas separadas para el padre Luis y los señores, al final todos durmieron juntos, esa noche no hubo palabras ni entendimiento, nadie pudo explicar lo que había sucedido.
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Entendía las exigencias espirituales debido a su condición de hombre consagrado, pero
solo de manera racional, al momento que se requería su presencia como guía espiritual
venía la división que lo hacía desistir, sentía gran culpabilidad, la conciencia le
recordaba constantemente lo equivocado que estaba.
La única forma a la que recurría para encontrar un poco de paz, era el pensar
que la mayoría de sus hermanos sacerdotes estaban en una situación similar, que en la
mayoría de los casos se engañaban justificándose al estar llena la agenda de trabajo.
Esto al final de todo, no engañaba al padre Luis, se conocía bien y era honesto consigo
mismo.
Muchas veces no había otra opción, tenía que entregarse a las múltiples actividades de la
parroquia, todos requerían de su atención y se justificaba a sí mismo, «Dios lo entenderá, en fin, lo hago por él», pensaba.
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—No vuelvas a repetir ese nombre allí —le ordenó—, se trata de un demonio muy poderoso que acarrea divisiones y perversiones. Cuando es invocado se aprovecha de la familia inmediata y sobre todo le resulta fácil influir a los de voluntad débil —le
dijo—. Cuando la conciencia no es clara y la voluntad no es firme, en esta situación
abre puertas al demonio, a veces en la ignorancia la gente busca apoyo en talismanes o
hacen consagraciones, en esos casos el peligro es mayor y las consecuencias fatales.
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