INTRODUCCION
La siguiente es una obra que quisiera dedicar a los padres de familia que
se preocupan por la perdida de los valores de las nuevas generaciones en el
mundo actual; a aquellos jóvenes, hombres y mujeres, que a veces se sienten
relegados o agredidos por sus pensamientos “arcaicos” que valoran la dignidad
de las personas; y finalmente a los niños, especialmente a las niñas, que buscan
un modelo a seguir en este mundo que vaya más allá de la frivolidad materialista
en el que estamos viviendo.
Hace poco escuché el caso de una joven, quizás de poco menos de treinta
años, que fue cuestionada y ridiculizada en público por sus ideas con respecto a
la virginidad, en donde ella prefería esperar hasta después del matrimonio para
tener relaciones sexuales exclusivamente con su esposo. Las personas con
quienes compartía esta plática la trataron como si fuera una mujer de lo peor,
como en los tiempos pasados habrían tratado a una joven embarazada para
convertirse en madre soltera, en donde no la habrían bajado de prostituta, sin
querer agredir a estas últimas.
Me pregunto si estas ideas de la sexualidad actual son buenas o malas, en
donde a alguien que no ha tenido relaciones sexuales se le condena como un
reprimido o traumado psicológico y pasado de moda; en donde en lugar de
valorarse sus creencias, lo tachan de un retrazado o viejo en ideas que no es
capaz de ajustarse a las ideas modernas.
¿Si todo el mundo lo hace porque yo no? ¿Es esta una pregunta adecuada? ¿Es
qué siempre las masas tienen la razón? Yo creo que esto no es así, y una prueba
de ello es la destrucción de Sodoma y Gomorra (sé que para los que no creen
en la Biblia esto no les dirá nada, pero seguramente habrá ejemplos similares a
buscar en la historia). La mayoría tenía un comportamiento que era desagradable
a los ojos de Dios y es por esto que decidió destruir a ambos pueblos, no era la
mayoría la que decidía lo que era bueno o malo sino el Creador.
¿Entonces las relaciones sexuales prematrimoniales están bien o mal? Difícil
dar una respuesta porque quizás en algunos casos si se deba a una represión el
no realizarlas, pero en otros ¿no podría ser para resaltar el valor de la pareja?
¿y los de la familia? ¿No es esto sublimar nuestros deseos por un bien mejor?
Desde que nacemos hasta que morimos nuestro cuerpo nos acompaña por
el transitar de este mundo; es gracias a él que podemos gozar de las cosas
materiales, podemos ver los paisajes, disfrutar de la T.V., podemos sentir
lo que nos toca, podemos respirar y olfatear aromas exquisitos, podemos
escuchar la belleza de la música y el cantar de los pájaros, y sobre todas estas
cosas, podemos relacionarnos con los demás, desde con las personas que no
conocemos hasta con las que más queremos; y tantas y tantas otras cosas más.
¿No valdría la pena cuidarlo y darle lo que necesita en el tiempo y la medida
correcta? Cuando uno nace no puede manejar un carro, es con el tiempo que
se va alcanzando la madurez, la pericia y responsabilidad para hacerlo ¿no será
lo mismo con el cuerpo? Si hay quienes valoran sus propiedades para que no
sean usadas a lo tonto, o cuidan a sus animales para que no sufran ¿es qué no
deberíamos cuidar de igual manera nuestro cuerpo? Al niño le dan ganas de
manejar y no por eso se le suelta el carro; a la mascota se le antoja salir a la
calle y no por eso se le deja libre salir a la calle en donde puede ser atropellado.
¿Es todo esto represión? Y si lo es ¿no es a veces necesaria para obtener un
bien mejor? Entonces, si bien somos capaces de aceptar que las personas,
porque es su vida, tengan relaciones sexuales con quien les pegue su gana,
¿por qué no somos capaces de aceptar a aquella persona que decide valorar y
cuidar su cuerpo hasta que llegue la persona que ella considere indicada para
compartirlo (no usarlo)?.
Yo soy una persona soltera y muchos dirán que por eso pienso lo que
escribo, pero desde hace algún tiempo tengo tres hijas y me pregunto que les
voy a contestar el día que alguna de ellas se me acerque y me pregunte: “Papá,
¿qué debo hacer? Me has enseñado a cuidar de mi cuerpo y de mi espíritu,
pero mi cuerpo a veces me lo pide a gritos y mis amigos y los que me rodean
no son así; me insisten en que estoy equivocada, que debo conocer el mundo
y tener experiencia porque ya todo mundo lo hace, porque el tener relaciones
no es un pecado como lo dice la iglesia y si no lo hago los chicos me verán
como a una mujer rara y no querrán salir conmigo.”
Quizás en el mundo antiguo esto era más fácil de explicar por la concepción
que se tenía del pecado; pero ahora todo lo queremos hacer tan subjetivo y le
buscamos tantas alternativas para justificar nuestro actuar, como un abogado
que puede hacer ver a un asesino como la oveja más buena del mundo, ya que
está haciendo su trabajo que es defenderlo, de eso vive y para eso le pagan; y
es por esto que ya no es tan fácil distinguir el bien del mal.
Yo estoy de acuerdo y acepto que el tabú del cuerpo y de las relaciones
sexuales ha inhibido que se de un mayor conocimiento de él al respecto, pero
creo que hemos equivocado el camino yéndonos al otro extremo.
Para contestar a las preguntas de mis hijas yo les contaría la siguiente
historia que más que obligarla a hacer lo que yo considero que es correcto, me
gustaría que la hiciera reflexionar y que ella tomara sus propias conclusiones.
Y de usted, amigo lector, no puedo esperar menos.
Con todo mi cariño y amor les dedico esta narración a mis hijas:
Masha Gennadiyevna
Katia Gennadiyevna
Valia Gennadiyevna